Texto aparecido en la edición de diciembre 2023 de “The
Lunar Observer”
Quisiera compartir algunas reflexiones sobre la
práctica de la observación visual, un arte, o en términos más profanos, una
técnica que ciertamente ha dejado de ser esencial con el advenimiento de la
tecnología CCD para la captura de imágenes. La observación fotográfica con este
tipo de cámaras es claramente superior al permitir, primero de todo, la
obtención de datos objetivos, mientras que en la observación visual los datos
dependen (lamentablemente) de la capacidad del observador (factor que siempre
será predominantemente subjetivo). Pero la observación visual permite algunas
reflexiones sobre cómo se construye la percepción visual de un mundo parecido y
distinto al nuestro, mediado por el instrumento que utilizamos. ¿Registramos lo
que vemos objetivamente? Uno pensaría que sí, pero también es cierto que
formaciones selenográficas tan evidentes como los dorsa recién fueron
registradas luego de casi dos siglos de observación telescópica, lo que nos
lleva a la primera nota.
1.-CONOCER LO QUE VEMOS.
Siguiendo el increíble “A Treatise on Moon Maps” de
Francis J. Manasek, vemos que la observación visual, reflejada en los mapas que
se realizaban, estaba determinada por el objetivo que prevalecía al momento de
realizarla. Mientras el objetivo era cartografiar con la mayor precisión
posible la totalidad de la cara visible, los detalles de cada accidente
selenográfico no eran registrados (¿o no se los percibía?). Es con los
“Fragmentos selenográficos” de Von Schröeter que comienza a prevalecer lo que
Manasek llama “enfoque corográfico”, el mapeo detallado de áreas pequeñas. Se
empiezan a cartografiar características no registradas de los accidentes
lunares: bordes y picos centrales de cráteres, así como crestas y surcos.
¿Antes de Von Schröeter estos detalles no se observaban o simplemente no se
registraban? ¿No fueron registrados porque se consideraron inútiles para los
grandes mapas generales? ¿O no se registraron porque no se había descubierto
una semiótica, una taxonomía que guiara la observación? En términos de Manasek:
“El presente estudio detectó cambios evolutivos en la forma en que se
representaron los cráteres (…) Quizás esta evolución sugiere un largo período
requerido de aprendizaje para percibir e interpretar imágenes ópticas,
comenzando con la ambigüedad inicial que siguió a Galileo y sin llegar
realmente a prosperó hasta el siglo XIX, o que la codificación de tales
detalles requirió observaciones más intensivas resultantes de la presentación
corográfica de los detalles de la superficie lunar. Podríamos argumentar que el
pico central logró reconocimiento a medida que se desarrollaron la selenología
y la ciencia geológica”. Conocer lo que vamos a ver, al menos las
características generales, permite enfocar la observación a los aspectos más
importantes, o al menos los aspectos que partiendo de dicho conocimiento
podemos considerar más relevantes, y aquí entra en juego la selectividad, lo
que nos lleva a la segunda nota.
2.-LA IMPORTANCIA DEL REGISTRO
Alguna vez hemos comparado en esta revista la
observación visual y fotográfica de un mismo accidente selenográfico, el dorsum
que termina en Herodotus en condiciones similares de iluminación (cerca del
terminador). El texto se llama “Morphological components of wrinkle ridges
detected in digital images” y está en el número de abril de 2021 de The Lunar
Observer. Siendo breves, la conclusión que podríamos sacar de esa comparación
podría ser que la vista es más sagaz que la fotografía y ésta es más precisa.
Volveremos sobre esta idea.
Todos los observadores visuales conocemos la
angustiante sensación de que no registramos con la mano que dibuja todos los
detalles que vemos con nuestro ojo a través del ocular. Ya uno de los primeros
selenógrafos y el autor de la primera enciclopedia lunar, “Selenographia”,
Johannes Hevelius, se detiene en ese problema, agravado por lo fatigoso que era
observar sin seguimiento. Hevelius se plantea la posibilidad de trabajar con un
dibujante, pero los problemas eran superiores a la ventaja de contar con
alguien que sepa dibujar, ya que el dibujante estaría somnoliento durante la
observación nocturna o directamente dormido (y no acudiría al observatorio) o
bien no sabría qué era importante registrar y qué no. Ya Hevelius en 1647 se
percataba de que necesariamente seleccionamos la información al momento de la
observación, como dice Manasek hablando de los mapas lunares antes de 1910: “La
veracidad de una imagen impresa derivada de la observación visual no representa
necesariamente la totalidad de la visión del observador. Más bien, posiblemente
se haya modificado selectivamente para “reducir la información a dimensiones
manejables”. (…) La visión hermenéutica de que la percepción no es
principalmente teórica sino que los objetos se declaran a sí mismos (cf. Rouse)
tal vez sea más válida si estamos en un mundo en el que ya existe un
significado relevante, y las imágenes tienen nombres, son intelectual y
culturalmente coherentes, están sujetas a la categorización y análisis. La
imagen puede ser autodeclarante pero es posible que no entendamos la
declaración”, cuando la exploración especial ha sumado un cúmulo impresionante
de información sobre la Luna, ya no estamos en las mismas condiciones de los
selenógrafos clásicos que tanto admiramos, ahora la imagen es más evidente y,
sobre todo, Podemos confirmar, en buena parte, nuestra percepción visual
(volveremos sobre esto).
Si la observación visual conserva aún hoy los sesgos
observacionales de la época dorada de la selenografía: subjetividad en la
interpretación de lo que se ve a través del telescopio, variación en el grado
de agudeza visual del observador, grado de conocimiento previo que determina la
selección del objetivo , la selección es primordial porque se registran los
rasgos que se consideran esenciales, no todos, por eso es fundamental tener
claro qué registrar y cómo nuestra observación selecciona información que podría
agregar algo nuevo. En la observación fotográfica, el volumen de información al
que accede el observador en el momento de la observación es menor que el que
puede acceder el usuario posterior (incluido el propio observador), por ejemplo,
ampliando la imagen o jugando con el contraste. La observación visual, en
cambio, es cerrada: el observador tiene más información en el momento de la
observación que la que finalmente registra en papel, lo que no se registra se
pierde, por eso siempre ha sido importante cómo afrontar la selección. de la
información que el observador considera valiosa y digna de ser registrada, lo
que nos devuelve a la preocupación de Hevelius por la mano que dibuja. Entre
los colaboradores frecuentes de “The Lunar Observer” hay muchos excelentes
dibujantes, cuyos dibujos hablan por sí mismos. Los que no tenemos tan buena
mano debemos mejorar el dibujo con el añadido de mucha información en la forma
de un reporte lo más completo posible.
Retomamos la dicotomía entre la sagacidad de la
observación visual frente a la precisión de la fotografía. La edad dorada de la
cartografía lunar basada en la observación visual y el dibujo y posterior
impresión estuvo guiada, hasta bien entrado el siglo XIX, por la ambición de
precisión en la ubicación de los accidentes selenográficos. Hoy esa precisión
está al alcance de cualquiera recurriendo, por ejemplo, al Lunar Reconnaissance
Orbiter Quickmap online. Ya no es tan importante la precisión cartográfica de
nuestras observaciones, que pueden ser corregidas a posteriori. Creo que la observación
visual debe centrarse en el aspecto cambiante de la superficie lunar a medida
que cambia la iluminación, especialmente aprovechando las posibilidades que
ofrece la zona del terminador: “Una de las ironías de la observación lunar es
que un reflector casero de 6 pulgadas es capaz de revelar muchos de los
detalles que pueden fotografiarse a través de los telescopios más grandes de la
Tierra…. Tu cerebro puede descartar los períodos de visión borrosa y
concentrarse en los momentos fugaces de visión nítida”, lo que se aplica
especialmente a los marias: “las superficies de los maría lunares suelen ser
tan planas que hay que mirar de cerca para ver cualquier relieve. Pero debido a
que la Luna carece de una atmósfera significativa para atenuar y difundir los
rayos del Sol, cada pequeño borde de cráter y montículo proyecta una larga
sombra negra cuando el Sol está bajo. Esta "ampliación de sombras"
permite ver muchos detalles finos que proporcionan información que no está
disponible en estudios de superficies de yeguas bajo mayor iluminación... con
"ampliación de sombras" puedes ver características verticales de sólo
25 a 50 metros de altura, ¡porque proyectan sombras de miles de metros de
largo! Navega por el terminador con gran aumento y, si la visión es constante,
serás recompensado con detalles desconocidos para los científicos que estudian
sólo fotografías del Lunar Orbiter que se ven comprometidas por sus ángulos solares
relativamente más altos” (Charles Wood en The Modern Moon). Concretamente,
observar cerca del terminador permite aprovechar las condiciones propicias para
el registro de la intensidad de las zonas brillantes (como indicadores de zonas
altas, por ejemplo), la extensión y gradación de las sombras, etc. Es
interesante notar reflexionar sobre la geometría y las tonalidades de lo que
observamos a través del telescopio en la superficie lunar. John Willats en su
ensayo “The draughtsman’s contract. How an artista creates an image” hace una
interesante reflexión sobre como el cerebro interpreta los datos visuales, en
forma de intensidad lumínica, que me parece importante para nuestro tema: “Las
imágenes pueden describirse de otro modo, según la relación variable existente
entre las distintas marcas que hay en la superficie de las imágenes y los
elementos del mundo real que estas denotan. (…) Las marcas existentes en
imágenes como las fotográficas (luces y sombras al incidir en la película) son
marcas que representan o denotan puntos de intersección de diminutos haces de
luz tal como los capta la cámara o tal como los habría captado la retina del
espectador en su lugar (…) el cerebro tiene que interpretar las variaciones de
intensidad lumínica que presenta la imagen para extraer de ella información,
del mismo modo que cuando interpreta la disposición de la luz de una escena
real al impresionar la retina. En imágenes de este tipo-fotografías y cuadros
impresionistas y puntillistas-el artista y el operador se mantienen pasivos en
lo que se refiere a la representación de la forma y la tarea de la
interpretación recae en el espectador. En los dibujos arquitectónicos y en la
mayoría de los dibujos infantiles el dibujante es el encargado de extraer los
elementos, que luego representa directamente en la ilustración”.
Nuestra retina capta a través del ocular líneas
definidas (el contorno de un cráter o la extensión de una grieta, por ejemplo)
y luces y sombras (con gradaciones). Las líneas definidas no necesitan
interpretación, necesitan precisión en su dibujo. También es cierto que la
precisión que se requería en las observaciones visuales previas a las imágenes
captadas en órbita lunar no es tan necesaria, porque la podemos sustituir con
el inmenso caudal de datos disponibles públicamente, por ejemplo, en el Lunar
Reconnaissamce Orbiter QuickMap. Las variaciones de intensidad lumínica,
brillos y sombras, si necesitan interpretación, porque denotan información (el
contorno de una sombra denota la forma de un risco que no alcanzamos a ver, por
ejemplo); lo que nos lleva a las tres siguientes notas.
3.-EL REGISTRO DE LAS SOMBRAS
Reflexionando sobre cómo se observan las gradaciones
de las sombras en la Luna, me parece útil hacer una distinción entre cráteres y
elevaciones. Hice el repaso de mis dibujos en mis cuadernos de observación,
pero me pareció más preciso recordar cómo realmente se observan las sombras. El
registro posterior siempre es más esquemático, por eso es importante usar la
escala Elger de albedo al momento de la observación. Mi espíritu indolente ha
impedido que me ponga a observar la luna llena para aprender dicha escala, pero
tratar de recordar gradaciones de zonas oscuras y brillos ha reforzado mi
voluntad de hacerlo, ya que comienzo a imaginar escalas, que serían muy
imprecisas comparadas con la escala de Elger. Pero, por ahora, me parece que en
el interior de los cráteres suele haber al menos dos tipos de sombras, las muy
oscuras (las más comunes, que son también las paredes) y las más claras, que
también pueden dividirse entre las sombras más claras que indican el avance de
la luz sobre la superficie irregular, como en el cráter Schickard, o sombras
apenas un poco menos oscuras que las sombras vecinas, como se puede observar en
la sombra interior de Tycho (como vemos en la IMAGEN 1, en la que los diferentes tonos está marcados con los
números 1 y 2 en la zona en sombras), o de Ptolemaeus, por ejemplo. Para el caso de las elevaciones, la
causa de las diferencias es más clara, las sombras más oscuras indican relieve
más escarpado y, en ese caso, no he podido observar más que 3 tonalidades de
sombras proyectadas por dorsa o por las paredes exteriores de los cráteres en
zonas llanas como los maría (como se ve en la IMAGEN 2).
4.-EL REGISTRO DE LOS BRILLOS
La gradación de las zonas brillantes es más difícil de
medir y mucho más sutil en sus variaciones. Claramente las zonas más brillantes
son las zonas de material más recientemente expuesto, con iluminación frontal,
como indica la escala de Elger, desde Bullialdus (5.0), pasando por Copernicus
(8.0) hasta el pico central de Aristarchus (10). Pero además de denotar material
reciente, las zonas brillantes indican altura cuando están cerca del terminador,
en ese caso parecería haber una gradación de al menos 3 tonos de sombras, que
se suelen ver en los dorsa, indicando distintas alturas.
5.-COMO PERCIBIMOS EL TERRENO PROFUNDO
Un caso especial, una variación de cómo la sombra
cerca del terminador denota altitud es un cierto tono muy leve de sombra, más
leve que los tonos de sombra que indican altura, que además se extiende en una
zona en la que no hay alturas. Esa mirada intuitiva que nos indica que puede
haber una pendiente se puede comprobar con los datos de altitud del LRO
Quickmap, por ejemplo (como se ve en la IMÁGENES 3 y 4).
6.-LA CONFIRMACIÓN IMPRESCINDIBLE
Con ánimo de polémica, podemos afirmar que la edad
heroica de la observación visual de la Luna (magníficamente narrada en esa obra
maestra que es “Epic Moon”) nos proporcionó la mayoría de los datos científicos
que hoy conocemos sobre la Luna, lo que se logró a pesar del elemento subjetivo
inherente a la observación visual. Y grandes ejemplos son los clásicos errores
que tanta burla han cosechado, como las apariciones y desapariciones del cráter
Linne o el infame O’Neill’s Bridge. Pero esos errores no deben ocultar lo valioso
que fue la observación visual, ¿lo es todavía? Yo creo que la observación
visual aún puede ser valiosa si depende de la imagen fotográfica. Durante buena
parte del siglo XX, la observación visual afinó los detalles aprovechando la
precisión cartográfica de la fotografía. Ejemplos de observación visual
mediante imágenes fotográficas son el magnífico trabajo de Johann Krieger y el
mapeo lunar de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos para el Proyecto Apollo, previo
a las misiones Lunar Orbiter, que partían de la fotografía y terminaban
visualmente. Hoy conocemos la superficie de la Luna con un enorme grado de
detalle, nuestras observaciones son casi innecesarias, pero las observaciones
desde la Tierra con iluminación oblicua aún pueden mejorar las imágenes en
órbita con iluminación frontal (como el estudio de los domos). Un nuevo
paradigma para la observación visual podría basarse en la selectividad del
observador visual y la posibilidad de la confirmación fotográfica. Sin
confirmación fotográfica, la observación visual no es válida hoy.
De esta manera continuamos el enfoque de la
selenografía clásica: cada observación añade un detalle al panorama completo de
una región particular de tamaño cada vez más reducido. Así, tenemos una
observación visual con un marco teórico previo que proporciona quizás lo último
que lo visual puede dar: seleccionar un detalle anómalo que pueda agregar
conocimiento sobre un rasgo lunar "pasado por alto", conocimiento que
necesita una confirmación en imágenes fotográficas para que podamos alcanzarlo.
una explicación teórica (que todavía no tenemos).
7.-¿VEMOS MÁS O MENOS QUE NUESTROS PREDECESORES?
Es probable que veamos más en la superficie lunar que
selenógrafos como Hevelius o Elger, tenemos en nuestra enciclopedia interna
todos los datos que casi un siglo de exploración espacial ha generado y que
observadores mucho más eximios que nosotros, con muchas más años de
observación, desconocían o solo intuían o deducían de algunos pocos datos
observacionales. A nosotros nos toca tratar de acercarnos a esos grandes
colosos de la astronomía y honrar su memoria observando cada vez que se pueda.
Anunziato,
Alberto et al. (2021), Morphological components of wrinkle ridges detected
in digital images, in “The Lunar Observer”, April 2021.
Manasek,
Francis J, (2022), A Treatise on Moon Maps.
Sheehan
W. and Dobbins T., (2001), Epic Moon, Willmann-Bell, Richmond.
Willats,
John (1990), The draughtsman’s contract. How an artist creates an image, in Imagen
y conocimiento. Cómo
vemos el mundo y cómo lo interpretamos, Crítica, Barcelona.
Wood,
Charles A. (2003), The Modern Moon. A
Personal View, Sky and Telescope, Cambridge.