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lunes, 8 de diciembre de 2025

EL NACIMIENTO DEL MITO DEL VOLCÁN ARISTARCHUS. TRADUCCIÓN DEL CAPÍTULO 23 DE “SELENOGRAPHIA” DE JOHANNES HEVELIUS

 

Por Alberto Anunziato

Traducción del texto aparecido en la edición de diciembre 2025 de “The Lunar Observer”

En el número anterior de The Lunar Observer publicamos un dossier sobre la meseta de Aristarchus en la sección Focus On, y nos referíamos a la larga tradición que consideró por mucho tiempo que Aristarchus era un volcán activo (con varias erupciones reportadas, la más conocida es la de Herschel). Me pareció interesante rastrear el origen de esta concepción volcánica de un lugar de la Luna que (al fin de cuentas) es la región volcánica por excelencia. El origen está en el primer autor que escribió sobre Aristarchus en el primer texto astronómico con una descripción sistemática de la Luna: “Selenographia” del polaco Johannes Hevelius, publicado en 1647. Para ello intentamos una traducción del capítulo 23, en el que se discurre sobre Aristarchus, al que Hevelius consideró una montaña y la llamó Mons Porphyrites.

La descripción de Aristarchus es funcional en Hevelius para demostrar su tesis de que las montañas lunares varían en su composición (habían pasado pocos años y observaciones desde la primera observación galileana). Partiendo de que la Luna era similar a la Tierra, trató de suplir con inferencias derivadas de ese paralelismo los datos que le faltaban. Las similitudes con la Tierra explican la tesis central del capítulo 23 (que es el que intentamos traducir): las peculiaridades de Aristarchus (o Mons Porphyrites) la hacen distinta como montaña de las demás montañas lunares. Si vemos la nomenclatura de Hevelius en su mapa de la cara visible (IMAGE 1), en realidad Hevelius se refiere la meseta de Aristarchus con el nombre de Mons Porphyrites (nosotros usamos la nomenclatura de Ewn Whitaker, y por eso nos referimos a Aristarchus y no Aristarchus Plateau, como quizás sería mejor). El rasgo que más impresiona a Hevelius como diferente de Aristarchus Plateau respecto a otras montañas lunares es su color entre dorado y rojo intenso, que otros observadores han confirmado posteriormente (en las imágenes fotográficas como IMAGE 2 aparece más oscuro que el resto, como siempre lo he visto yo). No sabemos si fue el color “igneum” de la meseta de Aristarchus, o la similitud visual que tiene el cráter Aristarchus, con sus bandas oscuras y luminosas, con el interior de un volcán, lo que llevó a postular a Hevelius que se trataba de un “mons quod ignem alat perpetuum”. Después de todo, ¿un volcán no se vería así en la superficie de la Luna, con Aristarchus como su cráter perpetuamente ardiendo?

 

Compartimos la traducción, que nos pertenece y, obviamente, es provisoria, hasta que haya una de mejor calidad. El texto de “Selenographia” que utilizamos es que puede consultarse aquí: https://www.e-rara.ch/zut/content/titleinfo/160230

Capítulo XXIII

De la Luna Gibosa creciente.

De la misma manera que la materia del globo terrestre, que está compuesto en parte por montes y valles y en parte por llanuras, en absoluto se pueda considerar que es homogéneo por naturaleza y calidad en todas sus partes, tampoco lo debería ser la materia opaca de la Luna o Antichtona (1) (pues la comparación es perfectamente razonable). Verdaderamente, los montes, valles (2) y llanuras lunares son muy diferentes de acuerdo a su materia, algunos parecen ser pétreos, otros arenosos; los cuales, a su vez, difieren entre sí, perteneciendo a diversas especies, por ejemplo, algunos están formados de arenas pálidas, otros de arenas rojizas, etc. Para que no parezcan sueños de quien duerme o alucinaciones de quién vela, mostraremos que esto se debe ciertamente a una causa racional, en este y otros capítulos demostraremos este punto con razones precisas y fáciles de seguir. Aunque confieso que yo mismo me siento bastante audaz, pues emprendo una obra de tan grandes proporciones, al intentar discurrir de cosas lejanas, y en tiempos pasados inauditas, a veces me parece que fuera a discurrir sobre la quintaesencia de los peripatéticos. Sé que me adentro en una cuestión ardua, pero, con observaciones certeras y experiencia ocular, no tengo dudas de que saldré airoso.

(1) “Antichtona” o “Antitierra” es el nombre que usa Hevelius para resaltar la similitud entre ambos mundos, que es la tesis central de “Selenographia”: “Sin dudas, es lícito llamar “Antichtona” a la Luna cuando es tan similar en muchas partes a nuestra Tierra” (página 225 de “Selenographia”.

(2) Cuando en Hevelius leemos “valles” debemos entender “cráteres” (la palabra “cráter” es posterior, fue acuñada por Von Schröter).

En primer lugar, ya me referí en parte del capítulo 8 a que hay diversos tipos de zonas pétreas y rocosas entre los montes lunares: en ese lugar decía que no es contrario a la razón que todos los valles, que hasta cierto momento no difieren en forma y figura entre sí, con la primera luz del día, es decir, con Luna creciente, parecen estrecharse visualmente. Los montes y zonas escarpadas son pétreos, ciertamente hay montes arenosos, no se alzan igualmente escarpados hacia lo alto, más bien son quebrados y su cima tiene forma de punta. Por esta razón, los valles cerca y al pie de las montañas son más estrechos que cerca de su cima, de manera que necesariamente en las fases de luna creciente decrecen, mientras que en las fases menguantes crecen.

Luego, existe otra razón, que me parece igualmente creíble y convincente, para justificar que existen zonas rocosas y zonas arenosas en la Luna. Hay valles y montes, que seguramente no son más altos que los demás y que, sin embargo, exceden a todos los demás en claridad y esplendor durante el plenilunio, como entre otros (3) Mons Aetna (Copernicus), Mons Insula Cretae (Bullialdus), Mons Sinai (Tycho), Montes Insula Besbice (Manilius) y otros. Sostengo que son de naturaleza luminosa, más aptos, a causa de su mayor solidez, para reflejar los rayos solares y generar luz más potente. Sostengo además que los montes lunares formados por arena o barro no podrían reflejar tan eficazmente los rayos solares, mientras que estos valles y montes lunares se ven siempre luminosos y más brillantes que los demás. Por ello, los valles y montes lunares, como los de nuestro globo terrestre, están compuestos de diferentes materias. Digo, una vez más, que los que son más brillantes que los demás son de naturaleza pétrea, pues su masa más sólida refleja más fuertemente la luz y los rayos solares, mientras que los de materia menos dura se verían menos luminosos, como en la parte relativa a la óptica se demostró abundantemente.

(3) Para los nombres modernos de los nombres utilizados por Hevelius en “Selenographia” usamos el “Appendix E. Hevelius’s Nomenclature” (Ewen A. Whitaker's Mapping and Naming the Moon: a History of Lunar Cartography and Nomenclature, APPENDIX E, pages 201-208).

Si se piden otras razones por las que algunos valles son más brillantes que otros, una seguramente es que hay valles más profundos y valles más elevados, y entre los que son más elevados hay variedad de brillo por los montes que circundan (de diferentes inclinaciones), por ello es que los valles más claros son los cercanos a Aetna, Creta, Sinai, etc. Para entender mejor, pido se considere esto: no todos los valles con profundidades similares tienen el mismo brillo en plenilunio, como la Insula Major Caspii (Langrenus), Mons Serrorum (Aristoteles), Mons Carpates (Eudoxus), etc. Estos montes están entre los más altos, lo que se comprueba en la primera y última aparición, cuando el límite entre luz y sombra está en su máxima cercanía con ellos. Sin embargo, las zonas oscuras que en ellos se ven bien pueden ser pantanosas, boscosas o de vegetación de baja altura (y por ende aparecerán más oscuras que las circundantes). Y las zonas más luminosas bien pueden tener predominio de yeso, que reflejaría más brillo que las zonas oscuras cercanas. Si así fuera, sería evidente lo que afirmo: las zonas montañosas de la Luna son diversas entre sí.

El primer monte en surgir en esta fase en la superficie de la Luna es sin dudas Mons Porphyrites (Aristarchus) en el Mar Eoo (parte occidental de Procellarum), sobre la isla Cercinnam (el limbo de Kepler), que confirma claramente que las montañas difieren muchísimo entre sí de acuerdo a su materia. Y este Monte Porphyrites no dudo que se compone o bien de tierra rojiza (similar al Porphyrites que se encuentra en Egipto, cuyo nombre usamos para el que se encuentra en la Luna) o bien, lo que parece más adecuado, de una materia pétrea o sulfúrea. Por cierto, estoy seguro que sustenta en su interior un fuego perpetuo y por ello pertenece a la especie de los montes ígneos como entre nosotros son el Etna, Hecla, Vesuvio y otros. Sostengo esto, ciertamente, no por una razón intrascendente sino porque en cualquier fase de la Luna, siempre observé que Mons Porphyrites es muy claramente luminoso, siempre con el mismo color y brillo no comparable a los demás montes existentes en el hemisferio lunar, menos brillantes. Su color es azafranado, levemente amarillo, o dorado, o rojo intenso (4); este color es natural y permanente (pues permanece desde el primer al último día sin variaciones, lo que puede comprobar cualquier observador dotado con un buen telescopio). Por esta causa, no queda otra alternativa que afirmar que Mons Porphyrites está formado por rocas o arenas rojas o que en él arde o se derrama un fuego perpetuo; y si debemos asimilar las cosas terrestres (porque otros datos no tenemos para comparar), la analogía es muy pertinente.

(4) Siempre es difícil traducir los nombres de los colores del latín, ya que no hay coincidencia total entre la paleta de tonalidad de nuestros colores con las tonalidades de los colores romanos. Por ello, explicito mi traducción: “su color es azafranado (“croceum”), levemente amarillo (“subflavum”), o dorado (“aureum”), o rojo intenso (“igneum”).

Por todo esto, como esta apariencia no puede de ninguna manera atribuirse a una alucinación o a una distorsión del telescopio, ya que claramente aparecía mi vista y la vista de los demás que hicieron el experimento, la gran diferencia entre Mons Porphyrites y las otras montañas lunares, con cualquier telescopio que se utilice. Por ello, se deduce que ciertas montañas lunares, están compuestas de diversas piedras, arenas o barros, e incluso algunas ser ígneas, como Mons Porphyrites, y lógico es deducir que haya muchas otras similares (entre las que están las que mencionamos en la parte final del capítulo 13), de la misma forma y naturaleza, aunque por ser de menor altura o menos inclinadas no son tan conspicuas. Además, lo que es más notable es que este Mons Porphyrites es evidentemente distinto a los otros montes lunares por su forma. En su centro aproximado parece tener un cuerpo redondo, del que hacia el sur surge un cuerno ligeramente curvado. Hacia arriba (al norte) se ve un cuerno similar al primero, pero separado completamente del cuerpo medio, de manera que, por ese intersticio, como si fuera parte del mar, se puede ver claramente (5). Además, hay otro monte, llamado Pyramis (Montes Spitzbegen), cerca de Monte Argentarium (Archimedes), al lado de un promontorio del Mar Mediterráneo lunar (Mare imbrium, Nubium y parte oriental de Oceanus Procellarum), que tiene una forma similar a una pirámide (de ahí su nombre). Nada similar a estas tres montañas encontrarás buscando diligentemente en cada fase en la cara visible de la Luna.

(5) En IMAGE 2 marcamos los “cuernos” a los que se refiere Hevelius, el primero es parte de las eyecciones brillantes de Aristarchus, el segundo es Vallis Schröteri.



IMAGE 1: SELENOGRAPHIA

IMAGE 2:

Name and location of observer: Sergio Babino (Montevideo, Uruguay).

Name of feature: Kepler.

Date and time (UT) of observation: 03-08-2020 01:29

Size and type of telescope used: 203 mm. catadrioptic.

Filter (if used): None.

Medium employed (for photos and electronic images): ZWO 174 mm.