Traducción del texto
aparecido en la edición de octubre 2022 de “The Lunar Observer”
La observación visual
continuada, siempre que las implacables nubes de nuestro invierno austral lo
permitan, nos acostumbran a reflexionar sobre la relación entre lo que
observamos en la superficie lunar, a través del ocular, y lo que sabemos acerca
de lo que estamos observando, por habernos previamente informado. Somos
privilegiados al poder observar sobre la base de lo que una serie de misiones
espaciales fotografiaron desde órbita lunar, sin hablar de lo que sabemos sobre
geología lunar, por ejemplo. Pero los primeros observadores no tuvieron nada
que los orientara, fue una auténtica exploración sin mapas. Galileo realizó su
primera observación telescópica en 1609 e interpretó lo que observó como un
paisaje montañoso por dos razones: porque lo era y porque había leído la
opinión de algunos filósofos (especialmente Plutarco) que sostenían que la Luna
era similar a la Tierra, su observación confirmaba la teoría. Pero la analogía
entre ambos mundos no era completa, en absoluto. Los observadores que siguieron
se encontraban en grandes problemas para interpretar lo que estaban observando
con sus rudimentarios instrumentos. Lo señala claramente Francis Manasek en “A
treatise in Moon Maps”, refiriéndose a las observaciones de uno de los más
sagaces de los pioneros de la selenografía, el italiano Francesco Fontana
(realizadas en 1629): “Fontana trabajó en un período en el que las imágenes de
telescopios eran culturalmente muy nuevas y la creación de significado a partir
de tales imágenes no tenía una base hermenéutica (…) Fontana es muy débil
cuando se trata de describir su morfología y claramente está luchando con el
problema de cuáles son las diversas características. realmente son y cómo puede
llamarlos. El término genérico “mancha” prevaleció durante mucho tiempo. Lo siguiente
ejemplifica sus incapacidades verbales para describir simplemente las
estructuras mismas: “Pero otras regiones oscuras traicionan la presencia en el
disco lunar de huecos, hoyos, hendiduras, pequeñas hendiduras y caminos
angostos, con la excepción de algunos caminos brillantes que parecen indican
huecos brillantes. Se observa que casi todas las áreas oscuras son menos
oscuras en comparación con las áreas en la sombra” (página 103/105).
Estas dificultades
epistemológicas son gigantescas, por eso son tan apreciables sus dotes
observacionales, especialmente en la interpretación de lo que en ese momento se
conocía con el genérico e impreciso término en latín de “maculas”, cuya
naturaleza no se conocía: “Era obvio para Fontana que algunos cráteres tenían
picos centrales y los mostró con energía artística. El número de cráteres a los
que atribuye picos centrales es bastante grande y posiblemente no todos los
oscurecimientos centrales representan picos. Sugiere una morfología de cráteres
más compleja que la de sus contemporáneos y, de hecho, Hevelius solo muestra
dos picos centrales en toda la superficie lunar en su Mapa R (…) Fontana (…)
representó algunos cráteres como cuencas cóncavas, otros con picos centrales, y
otros con sugerencias de un piso plano”(página 107).
Por supuesto, Fontana no sabía que
lo que observaba en el centro de algunos cráteres era una montaña, nosotros la
percibimos como tal porque ya sabemos que ciertos cráteres deben tener una en
su centro. Manasek provee la noticia que Kepler también habría observado que
algunos cráteres tenían algo en su centro y otros no: “Cuando su Somnium seu
Opus Posthumun de Astronomia Lunari fue publicado en 1634 por su hijo, Ludwig,
contenía una carta escrita en 1623 a Paulua Guldin en la que Kepler,
presumiblemente usando un telescopio astronómico de su propio diseño, observó
que algunos cráteres tenían picos centrales. mientras que otros cráteres no”
(página 101).
¿Cómo interpretaba
Kepler lo que veía en el centro? No, como montañas sino como una especie de
elevación hueca que atribuía a la intervención de seres inteligentes. Su poco
conocido Appendix Geographica, seu mavis, Selenographica” (Geographical, or,
if you prefer, Selenographical Appendix
) a su novela “Somnium” (que cuenta un viaje a la Luna), adelanta lo que en las
notas a este apéndice tratará de demostrar a partir de sus observaciones telescópicas:
que lo que ahora conocemos como cráteres (o al menos los que tienen pico
central, en terminología moderna) son fruto de un diseño inteligente. Así dice
el Appendix (la traducción es nuestra):
“Si piensas en los
poblados lunares, te demostraré cómo los veo. Las cavidades lunares, que por
primera vez observó Galileo, indican principalmente lugares que, como
demuestro, son depresiones en la superficie, como lo son nuestros mares. Pero
deduzco, por la forma misma de las cavidades, que estos lugares más bien son
pantanos. En estos lugares los endimiónidas suelen medir el espacio de sus
poblados, para poder protegerse de la humedad y el musgo, de los ardores del
Sol y quizás incluso de sus enemigos. Su método es el siguiente: clavan una
estaca en el centro del espacio que van a delimitar para la construcción, a
este palo atan cordeles, largos o cortos según el tamaño del futuro poblado, el
más largo que descubrí alcanza cinco millas germánicas; luego de haber fijado
el cordel, lo extienden hasta el límite de la futura empalizada circular, que
es el extremo del cordel. Posteriormente, dedican todos sus esfuerzos a
levantar la empalizada, siendo el foso de una profundidad no menor a una milla
germánica. En algunos poblados arrojan todo el material excavado hacia el
interior, en otros lo arrojan hacia el exterior, en otros arrojan el material
excavado en parte hacia el interior y en parte hacia el exterior, de manera que
la empalizada es doble con un foso intermedio muy profundo. Cada empalizada
tiene una forma circular perfecta, conseguida gracias a que todos los cordeles
se extienden a la misma distancia de la estaca. De esta manera, no solamente el
foso es muy profundo, sino que también el centro del poblado, como el ombligo
en el vientre, forma una especie de laguna, y todo el borde circular queda muy
elevado por el material excavado desde interior, pues sería muy difícil
transportar el material excavado al cavar el foso hasta el centro. En el foso
se recoge la humedad de los campos y todo ese líquido va drenando, de manera
que llega a inundar el foso y este se vuelve navegable, y cuando está seco,
puede atravesarse sin problemas. En consecuencia, cuando los que están en el
centro del espacio sufren los ardores del Sol se desplazan hasta la parte que
se encuentra a la sombra de su empalizada exterior, y los que están fuera del
centro se desplazan hasta la zona en sombra de la empalizada interior del foso.
Así, durante los quince días en los que Sol continuamente abrasa la superficie,
siguen la sombra (peripatéticos-o sea los que pasean-en el verdadero sentido de
la palabra), para poder soportar el verano. Estos problemas te propongo
examinar punto por punto, partiendo de los fenómenos observados con el
telescopio para comprobar si las conclusiones concuerdan con los axiomas de la óptica,
la física y la metafísica”.
A este texto siguen las
notas explicativas, punto por punto. No debemos olvidar que Kepler dedicó gran
parte de su obra a los estudios lunares y que estos fueron fundamentales en la
revolución epistemológica del cambio del paradigma geocéntrico al paradigma
heliocéntrico. Pensar en la posibilidad de que la Luna estuviera habitada era
una posibilidad cierta luego de corroborada experimentalmente la tesis de
Plutarco de la similitud de esta con la Tierra. Kepler veía la forma circular
de los cráteres como un indicio de una mente ordenadora y por esa ensaya una
hipótesis de como esa mente ordenadora podría haber desarrollado una técnica
para construir poblados (“oppida”) que permitieran a los endimiónidas (así
llamó a los supuestos habitantes de la Luna, por Endimión, amado por la diosa
Selene) eludir el abrasador sol de un cielo sin atmósfera (ya Galileo se había
percatado de la inexistencia de atmósfera en la Luna).
Para Kepler no todos los
cráteres (en nuestros términos) serían pantanos que albergan poblados, en la
nota 29 al Appendix dice haber contado 23. Ilustramos con dos imágenes (que
enviamos oportunamente al Focus On correspondiente a los números 1 a 10 del Lunar
100) de Tycho, en una fase de lunación que ilustra claramente lo que argumenta
Kepler: los habitantes del centro pueden desplazarse hacia la parte sombreada,
es decir hacia la izquierda, mientras que los endimiónidas que se encuentren en
el foso (el suelo del cráter) pueden desplazarse hacia la derecha, a las
sombras de una de las paredes del cráter (la empalizada en términos de Kepler).
Ambas imágenes ilustran además como pudo haber observado Kepler lo que ahora
llamamos pico central: como zonas luminosas redondeadas, que podrían
interpretarse como un pequeño cráter dentro del cráter más grande, sobre todo
en la IMAGE 1.
Estas especulaciones de
Kepler no eran irracionales, repito, era una interpretación posible en los
primeros intentos en desentrañar qué era lo que observaban en la superficie
lunar. Y también es cierto que Kepler afirmó en una carta a su amigo Matthias
Bernegger que con su telescopio buscaba constantemente las murallas circulares
de las ciudades en la Luna.
IMAGE 1:
Name and location of
observer: Francisco Alsina Cardinalli (Oro Verde, Argentina, SLA-LIADA).
Name of feature: Tycho.
Date and time (UT) of
observation: 12-20-2015-00:45.
Size and type of telescope
used: 250 mm.
Schmidt-Cassegrain (Meade LX 200).
Magnification (for sketches): 168 x (with
Telextender).
Filter (if used) : None.
Medium employed (for photos and electronic images) : Canon Eos Digital Rebel
XS.
IMAGE 2
Name and location of
observer: Marcelo Mojica Gundlach (Cochabamba, Bolivia, LIADA).
Name of feature: Tycho.
Date and time (UT) of
observation: 07-07-2019-23.30.
Filter: None
Size and type of telescope
used: 150 mm. Refractor.
Medium employed (for photos and electronic images):
ZWO 120.