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miércoles, 2 de julio de 2025

Plato: el cráter que cambia con la luz lunar

 (Marcelo Mojica, Club de Astronomía Icarus)

Entre las muchas maravillas que ofrece la superficie de la Luna, hay un cráter que, tanto por su elegancia geológica como por su papel en la historia de la astronomía, ha capturado la atención de generaciones de observadores: el cráter Platón. Situado en las coordenadas lunares 51.6° norte y 9.3° oeste, Platón se ubica en el extremo noreste del Mare Imbrium, al borde de las tierras altas lunares, y representa uno de los espectáculos visuales más cambiantes y hermosos que ofrece nuestro satélite natural. [1]

Platón es un cráter de impacto de unos 100 kilómetros de diámetro, con un fondo relativamente plano y oscuro, cubierto por antiguos flujos de lava basáltica. Sus murallas escarpadas y elevadas, que alcanzan alturas de más de 2.5 kilómetros en algunos puntos, lo rodean como una muralla fortificada, protegiendo su interior de tonos sombríos. Esta configuración lo convierte en un objeto especialmente atractivo para observar con telescopios de aficionado, ya que las sombras que proyectan sus bordes varían dramáticamente a lo largo del mes lunar, revelando diferentes aspectos de su relieve. [2]

Observar Platón es como asistir a una obra de teatro con iluminación cambiante. En los días posteriores al novilunio (Luna nueva), cuando la luz solar apenas roza sus murallas orientales, las sombras se alargan hacia el oeste, dibujando contornos precisos de las paredes del cráter. A medida que avanza la fase lunar y el Sol lunar asciende en el cielo selenita, las sombras se acortan y el interior del cráter aparece plano y oscuro, como un lago seco y sereno. Más adelante, durante la luna menguante, el proceso se invierte, esta vez con sombras proyectadas hacia el este. Esta transformación diaria convierte a Platón en un objetivo ideal para seguir a lo largo de todo el ciclo lunar, apreciando sus cambios sutiles y su belleza siempre renovada.

Una característica curiosa es la ausencia de un pico central prominente, típico en otros cráteres de tamaño similar. El interior del cráter también presenta pequeños cráteres secundarios apenas visibles con telescopios de mediana potencia, y ha sido objeto de interés por supuestas anomalias visuales: desde el siglo XIX, varios observadores han reportado “nubes”, “nieblas” o luces transitorias en su interior, fenómenos ahora conocidos como Fenómenos Lunares Transitorios (TLPs) [3]. En 1788 el astrónomo planetario alemán Johan Schröter había informado de la presencia de una brillantísima luz entre los picos de los montes Alpes, no lejos de Platón.[4] Aunque su explicación científica aún es tema de debate, han nutrido el misticismo en torno a Platón y han estimulado la imaginación tanto de científicos como de escritores.

Este cráter, además, tiene un lugar especial en la historia de la cartografía lunar. Los primeros intentos sistemáticos de representar la Luna con precisión surgieron a partir del uso del telescopio a comienzos del siglo XVII. Thomas Harriot, un astrónomo inglés, fue el primero en realizar un dibujo conocido de la Luna en 1609, incluso antes de Galileo. Poco después, en ese mismo año, Galileo Galilei utilizó su telescopio para observar y dibujar las fases lunares, aportando una interpretación revolucionaria del relieve lunar que contradecía la visión aristotélica de una Luna perfecta y lisa. Luego, en 1645, el astrónomo jesuita Johannes Hevelius publicó Selenographia, la primera obra extensa dedicada a la Luna, con mapas meticulosamente dibujados, donde Platón ya aparecía representado (aunque con nombres distintos a los actuales).

A estos pioneros se les sumó más tarde el trabajo del astrónomo italiano Giovanni Battista Riccioli, quien en 1651 introdujo la nomenclatura lunar moderna en su obra Almagestum Novum, asignando al cráter el nombre “Platón” en honor al filósofo griego. Esta convención fue ampliamente adoptada y perdura hasta hoy. Fig 1.

Fig.1 Los primeros astrónomos en realizar dibujos y Atlas lunares.  De izquierda a derecha: Thomas Harriot, Galileo Galilei, Johanes Hevelius y Giovani Riccioli. Wikipedia

Dos siglos más tarde, en plena época romántica de la astronomía, el cráter Platón volvió a cobrar protagonismo en manos de observadores apasionados como Camille Flammarion, autor del célebre libro L’Astronomie (1862). Flammarion fue un astrónomo y divulgador francés que supo combinar el rigor científico con una sensibilidad estética y literaria inusual. En sus obras, incluyó bellísimos grabados lunares realizados a partir de observaciones telescópicas de alta precisión. Muchos de estos dibujos, inspirados en los cuadernos de observación de astrónomos del siglo XVIII y XIX, muestran a Platón con gran detalle: sus murallas, su fondo oscuro, sus sombras cambiantes.

En aquella época, antes de la fotografía astronómica, los dibujos eran la principal forma de registrar y compartir observaciones, y el cráter Platón fue uno de los favoritos por su capacidad de cambiar su apariencia con la luz. Algunos astrónomos, como Schröter, Beer y Mädler, pasaban horas observando y dibujando Platón durante noches consecutivas, documentando incluso las mínimas variaciones.

Hoy en día, gracias a la tecnología moderna, disponemos de imágenes satelitales de alta resolución de la superficie lunar. Sin embargo, el encanto de observar Platón en directo permanece intacto. A través de un telescopio modesto, el cráter nos ofrece una conexión con los observadores del pasado, con sus cuadernos de campo y sus lentes de vidrio pulido. Cada fase lunar trae consigo una nueva oportunidad para contemplar cómo la luz modela sus formas y revela su historia geológica, sus cicatrices de impacto, y su milenaria presencia sobre el horizonte nocturno.

A la Izquierda se observa una fotografía del Cráter Platón obtenida con un telescopio Mak de 150mm de apertura y a la derecha un dibujo editado en la obra de Camilo Flamarion

 En definitiva, Platón no es solo un cráter: es una galería viviente de luces y sombras, una joya para el ojo entrenado y una invitación para todo aquel que alza la vista y se deja fascinar por la Luna. Si tienes un telescopio, incluso uno pequeño, dedícale algunas noches a Platón. Descubrirás que no hay dos observaciones iguales, y que la belleza de este rincón lunar se revela, poco a poco, a quien lo observa con paciencia y asombro.

Bibliografía

1.      https://es.wikipedia.org/wiki/Plat%C3%B3n_(cr%C3%A1ter)

2.      Virtual Moon Atlas V8.2

3.      Actividad en la superficie lunar: fenómenos lunares transitorios, Cruz R., file://Dialnet-ActividadEnLaSuperficieLunar-4550290.pdf

4.      https://es.wikipedia.org/wiki/Fen%C3%B3menos_lunares_transitorios

 

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