Traducción
del texto aparecido en la edición de abril 2022 de “The Lunar Observer”
La
observación visual instrumentada a través de un dibujo tiene ventajas que
sospecho, y que alguna vez me gustaría demostrar, derivadas relativas a lo que
Charles Wood llama, en la introducción a su “Modern Moon. A personal view”:
“Una de las ironías de la observación lunar es que un reflector casero de 6
pulgadas es capaz de revelar muchos de los detalles que se pueden fotografiar a
través de los telescopios más grandes de la Tierra…. Su cerebro puede descartar
los períodos de visión borrosa y concentrarse en los momentos fugaces de visión
nítida”. Pero también tiene obvias desventajas frente a la confiabilidad de las
imágenes fotográficas. Y una de las desventajas es que, para que el resultado
sea aceptable, es necesaria una ejecución del dibujo que lo haga interpretable
como el accidente selenográfico que se reproduce. Para eso hay dos caminos y
uno de ellos es el mejor: tener la capacidad de dibujar de tal manera que el
dibujo realizado observando por el ocular sea el definitivo. El otro camino es
realizar un croquis y luego sobre ese croquis trabajar más detenidamente. Me
encantaría alcanzar la capacidad de lograr un dibujo aceptable en la misma
sesión de observación, que permite evitar los sesgos (aún inconscientes)
derivados de “reelaborar” la observación, algo que hay que evitar siempre. Por
ahora, trabajo con un croquis que establezca con el mayor detalle posible
relieve y tonalidades, los años de experiencia llevan a sospechar los datos que
puedan ser más significativos en la información visual que surge de la
observación. Y el dibujo viene después. Es una regla de oro no dejar pasar
mucho tiempo entre el croquis y el dibujo. Pero los croquis se acumulan en el
registro de observación y luego falta tiempo para llevarlos a un dibujo más
estructurado. Y el tiempo vuela, y estos croquis perdidos se transforman en
recuerdos incómodos de los dibujos que nos falta por hacer. Este fue el caso de
este extraño conjunto de luces y sombras que observé cuando el terminador por
el borde occidental de Oceanus Procellarum hace casi un año (IMAGE 1). Usando
el Virtual Moon Atlas al momento de la observación, pensé que ese semícirculo
brillante que emergía del terminador (representado por el borde izquierdo) era
el borde oriental de Briggs. Entonces, ¿qué eran los otros dos arcos, más
brillante el del sur y menos brillante del norte, más largo? Los atlas que
consulté no presentan elevaciones ni dorsa al noreste de Briggs. Hasta que la
duda se desvaneción consultando, una vez más, el LROC Quickmap de la misión
Lunar Reconnaissance Oribiter y en especial, su Mapa de Wrinkle Ridges, y ahí
aparecieron dos dorsa (IMAGE 2), cuya forma coincide con las elevaciones
brillantes de la IMAGE 1. Es decir, no había observado el borde de Briggs sobre
el terminador sino el dorsa más occidental de los señalados en el LROC
Quickmap, que, por cierto, tienen una estructura compleja e interesante para
volver a observar.
Name
and location of observer: Alberto Anunziato (Paraná, Argentina).
Name
of feature: WRINKLE RIDGES NORTHEAST BRIGGS.
Date
and time (UT) of observation: 04-25-2021-01:30 to 01.50.
Size
and type of telescope used: 105 mm. Maksutov-Cassegrain (Meade EX 105) .
Magnification: 154X
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